Las moscas blancas, a pesar de su nombre, comparten una mayor proximidad taxonómica con las chinches que con las verdaderas moscas. Dentro de este grupo de insectos, varias especies se convierten en plagas de gran relevancia económica, generando pérdidas superiores a los cien millones de dólares anuales en todo el mundo. Este problema se intensifica debido a la amplia polifagia de ciertas especies responsable de afectar a más de 500 especies vegetales, lo que agrava su impacto negativo en los cultivos. Este impacto se produce mediante daños directos e indirectos:

  • Daños directos: Las especies de mosca blanca pertenecientes a este grupo se alimentan directamente de la savia de la planta mediante un estilete, introduciendo enzimas durante el proceso de alimentación que alteran los procesos fisiológicos de la planta. Este comportamiento desencadena síntomas directos como clorosis, amarilleamiento, deformidades, necrosis y caída de frutos y hojas.
  • Daños indirectos: Además de estos daños directos, las heridas causadas por las moscas blancas y la secreción de melaza pueden convertirse en focos de infecciones fúngicas o bacterianas secundarias. Y no menos importante, muchas especies actúan como vectores de virus, contribuyendo a la propagación de virus cruciales.

La acumulación de estos diversos daños provoca pérdidas de rendimiento que pueden oscilar entre el 20% y el 100%, lo que subraya la necesidad de estrategias eficientes de control y gestión de plagas para mitigar su devastador impacto en los cultivos.